Valdés, Pedro de

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Valdés, Pedro de | Reseñas históricas | Defensa y seguridad | Militares | Gijón | Xixón | Gijón | Comarca de Gijón | Centro de Asturias | Costa de Asturias | Asturias | Principado de Asturias | España | Europa.

Descripción

JOSÉ RAMÓN MARTÍNEZ RIVAS

ROGELIO GARCÍA CARGAJOSA

SECUNDINO ESTRADA LUIS*

Pedro de Valdés es sin duda alguna una de las grandes figuras que Asturias dio al Nuevo Mundo en la segunda mitad del siglo XVI.

Nuestro personaje, nacido en Gijón por el año 1544 en el seno del matrimonio formado por de Juan de Valdés y de Teresa Menéndez de Lavandera, comienza a los dieciséis años su carrera militar yendo a servir de soldado a los reinos de Nápoles. Aquí permanecerá cuatro años y por su valor ante los turcos el Rey le concederá el hábito de Santiago y la Encomienda de Oreja.

El nombramiento de Pedro Menéndez de Avilés como Adelantado y Gobernador de La Florida moviliza a cientos de asturianos que quieren tomar parte en la conquista y colonización de aquel territorio. Pedro de Valdés es de los primeros en comprometerse y lleva a su costa a otros veinte amigos y deudos suyos. El Adelantado le nombra su Lugarteniente y Maestre de Campo. La unión y amistad con su privilegiado subordinado se afianzaría aun más al casarse éste con una hija suya llamada Ana Menéndez de Avilés.

El viaje a La Florida es ya bien conocido. El anuncio de la partida de Francia de Jean Ribault con una nueva flota de hugonotes para la colonia de La Florida precipita la salida de parte de la armada del Adelantado (28 de julio de 1565). Un mes más tarde arriban a La Florida y descubren al norte del puerto de San Agustín, en el río San Juan, a la escuadra francesa que ante la presencia española se da a la fuga. Los asturianos la persiguen toda la noche sin poder darle alcance. Regresan entonces a San Agustín y edifican un fuerte.

Un huracán que se desata en esos días sirve a los propósitos del Adelantado. Suponiendo que la flota francesa había sido destrozada por los elementos y que los franceses de Fort Carolina estarían desprevenidos, escoge medio millar de hombres y por tierra se dirigen a la fortaleza enemiga. En cuatro agotadores días transitando por terreno pantanoso y bajo torrenciales lluvias llegan a las proximidades de la fortaleza francesa. Desde un promontorio divisan unas casas pero no Fort Carolina. Pedro de Valdés con el capitán Martín Ochoa se adelantan a inspeccionar el terreno, descubriendo tras las casas el fuerte francés. Al retirarse tropiezan con uno de los centinelas que el militar asturiano reduce. Pero las voces del francés habían alertado al Adelantado, quien temiendo que sus subordinados hubieran sido muertos, lanza a los suyos contra el fuerte.

Valdés, quien regresaba con su prisionero, se une a los dieciséis soldados que venían en vanguardia y tomando el mando les anima y guía hasta el fuerte. «Hallando dos franceses en camisa, dio muerte à uno, y à otro, Andrés López Patiño. Los del Arrabal, que vieron esta Tragedia, empeçaron à dàr gritos; y para saber la causa, abrió el Postigo de la Puerta Principal un Francès, que apenas le divisó el maese de Campo, quando acometió con El, y le mató, y entró en el Fuerte, y tras èl, los mas ligeros.

Los franceses, asombrados del estruendo, unos vestidos, y otros en camisa, se asomaban à las Puertas de las Casas, à vèr, què era aquello; pero todos eran muertos, aunque hasta 60, mas avisados escaparon, echandose por las Murallas.» Entraron luego en tropel el resto de los españoles que abrieron por completo las puertas del recinto, matando a cuantos se ponían por delante. El Adelantado «llegó al Fuerte, corriendo, y como vio, que los Soldados no perdonaban à ningun Francès, hiço pregonar: Que pena de la Vida, nadie hiriese, ni matase Mujer, Muchacho, ni Moço, de 15 Años abajo; por lo cual se salvaron 70 Personas; los demás fueron muertos» (Gabriel de Cárdenas).

Pedro de Valdés sale después con medio centenar de soldados en persecución de sesenta franceses que habían podido escapar a los montes, matando a arcabuzazos a otros veinte. Queda luego al frente de Fort Carolina, rebautizado por los españoles como San Mateo, hasta finales de agosto o principios de noviembre en que pasa a San Agustín ya que el Adelantado le había nombrado Teniente General de la provincia en tanto durase su ausencia.

El fortuito incendio del almacén repleto de víveres que los hugonotes tenían en Fort Carolina y el posterior hundimiento de un barco que el Adelantado enviaba cargado de cazabe y carne a la entrada de la barra de San Mateo aumentó el descontento de buena parte de los soldados de los dos fuertes.

Muchos de los españoles que pasaron a La Florida lo hicieron con el deseo de trasladarse luego a La Habana, México o el Perú. La selvática y pantanosa región de La Florida, carente de oro, no les atraía lo más mínimo. Los indios eran muy belicosos y no se mostraban nada cooperantes. La escasez de comida y toda clase de artículos era tan alarmante que les era preciso ir a buscarlos a la selva o a las aldeas indias. Estas salidas las aprovechaban los nativos para tender trampas a las patrullas. El descontento de la soldadesca iba en aumento. Sus anhelos por salir de este infierno verde y salvaje llevaron a un grupo numeroso de ellos a amotinarse contra Pedro de Valdés.

Ocurrió esto en febrero de 1566 coincidiendo con la llegada al puerto de San Agustín de una fragata de 60 toneladas con maíz, vino, aceite, paños y lienzos que el Adelantado les enviaba. Antes de descargarla, una noche se amotinó la gente y prendió a Pedro de Valdés y a 25 leales suyos. Se apoderaron a continuación de las armas del fuerte y saquearon la casa del asturiano. Los sublevados eligieron entre ellos a uno que les dirigiese, nombrándole Sargento Mayor. La capacidad de la fragata sólo admitió a 130 hombres, quedando el resto en tierra en espera de que llegase otro barco con los sublevados del fuerte San Mateo. En este momento, cuando el sargento mayor y 16 hombres de su guardia se disponían a pasar a la fragata, Pedro de Valdés consigue soltarse y liberar a otros ocho oficiales. Toman sus arcabuces y sin ser sentidos se aproximan hasta la barca donde el Sargento Mayor estaba a punto de partir. No lo consigue ya que todos son capturados por el oficial asturiano. El Sargento Mayor, como cabecilla de los rebeldes es ahorcado, mientras que a los demás presos Valdés les perdonó y puso en libertad a la mañana siguiente.

A fin de impedir la partida de la fragata, Pedro de Valdés la bombardea desde tierra causando gran confusión en los amotinados. Éstos, al no poder salir al mar por ser los vientos adversos, se retiran a un lugar fuera del alcance de la artillería esperando que viniese el navío de San Mateo, ya que solos no se atrevían a partir. A toda prisa izo armar Pedro de Valdés «un patax que allí tenía, para ir sobre ella, é habiéndolo hecho, llevando consigo dentro del patax la gente de más confianza que tenía, y empezándola á bombardear para la echar al fondo, cortaron el cabo á la fragata, con que estaba surta, é guindó las velas é fuese huyendo: el Maestre de Campo volvió al fuerte, desarmó el patax, puso su gente en gobierno é desciplina, como de antes» (Gonzalo Solís de Merás).

Para suerte de todos, el 20 de marzo llega a la capital de la colonia el Adelantado con una carabela cargada de maíz, miel, gallinas y alpargatas. Días después entraba Esteban de las Alas con otros barcos donde traía igualmente víveres, carne y ganado. La colonia por el momento estaba salvada.

La alegría en San Agustín duraría poco. Los guerreros de Saturiba, único gran jefe indio que no admitía la soberanía española en la zona, no dejaban de hostigar a los soldados y colonos europeos. Su osadía les llevó a atacar directamente el fuerte de San Agustín, donde Pedro de Valdés, por nueva ausencia del Adelantado que había ido a explorar los territorios del norte, estaba al frente. Dos de los centinelas ya habían sido muertos a flechazos cuando una noche se acercaron demasiado al fuerte sin poderlo impedir sus defensores por ser ya muy pocos y carecer de la suficiente munición.

Los indios lanzan flechas incendiarias, prendiendo fuego en el tejado de paja de la casa que servía de polvorín. El fuerte viento se encargó de extender las llamas por el recinto y muchas casas del pueblo destruyendo todo lo que contenía: armas, municiones, ropa y sobre todo víveres.

El desaliento se apodera de todos. Les amenazan dos grandes peligros: la falta de comida y los indios. Los españoles que se internan en la selva en busca de palmitos o mariscos son flecheados por los aborígenes. Los soldados casi nada podían hacer contra estos indios, unos de los más belicosos de América. Sus arcos son tan grandes y potentes que atraviesan con sus flechas las ropas y cotas de los soldados. Y mientras uno de estos dispara un tiro de arcabuz, ellos lanzan media docena de flechas. Se mueven tan ágil y velozmente por entre los árboles y la maleza que causan la admiración y desesperación de los soldados, según cuentan los cronistas.

Como por las buenas no conseguía nada con este escurridizo enemigo, Pedro de Valdés acudió a las drásticas medidas de quemar y arrasar sus pueblos, cosechas, pesquerías y apoderarse de sus canoas para que dejen sus tierras o cumplan las palabras de amistad dadas a los españoles. Todo en vano. Cien soldados de los dos fuertes caerán en esta guerra india.

Todos los soldados y vecinos de San Agustín lloraron de gozo y alegría cuando el 18 de mayo llegó el Adelantado Pedro Menéndez Avilés con algunas provisiones. Se construye de nuevo otro fuerte, esta vez a la entrada del puerto por ser zona mejor defendible. La situación de la colonia se normaliza en junio de 1566 al llegar de España el general Sancho de Arciniega con una escuadra de 17 navíos, 1.500 hombres, abundantes provisiones, armas y municiones de socorro.

La amenaza de una flota francesa compuesta por 26 naos y 6.000 hombres, que pretendía vengar a Jean Ribault y sus hombres apoderándose de La Florida y grandes islas antillanas, moviliza al Adelantado. Con seis navíos y unos mil hombres parten el 20 de octubre de San Agustín hacia el Caribe a fin de fortificar las principales islas de este área y perseguir piratas.

Pedro de Valdés, nombrado Almirante, con la mitad de la flotilla, arriba a San Germán, localidad de Puerto Rico. Conoce entonces que la armada francesa, sabedora de que el Adelantado la esperaba, no se atrevió a ir al Nuevo Mundo, conformándose con asaltar la isla de Madeira. Comunica la novedad al Adelantado, quien se une con él y le envía con tres buques a socorrer a La Habana. Le encomienda luego que lleve provisiones a los habitantes de San Agustín.

El prestigioso Pedro de Valdés tiene además otra misión que cumplir. Reuniendo a 150 hombres, parte en tres barcos a San Mateo. Remonta y explora el río San Juan durante 150 km leguas, hasta llegar al territorio del cacique Macoya, admirándose de la gran cantidad de indios que poblaban la zona. A ese lugar ya había llegado el Adelantado meses atrás, contándoles los indígenas que el río nacía en una gran laguna llamada Maimi. Deseaba el Adelantado conocer si existía una ruta fluvial que comunicase por el interior y mediante la dicha laguna las dos costas de La Florida. Por ello había mandado a Pedro de Valdés que explorase el río San Juan, mientras él iría por el territorio de Carlos para encontrarse con él.

A partir de Macoya, Pedro de Valdés se encuentra con grandes dificultades para poder avanzar por el cauce fluvial. Éste se hacía cada vez más estrecho y espeso por culpa de la densa jungla. Espera un tiempo prudencial al Adelantado. Conoce por la falta de noticias de aquél que no existe tal paso y decide regresar a San Agustín. Semanas después, hace una última salida al fuerte de Santa Elena (Carolina del Sur), regresando desde aquí a España con su suegro (1567).

A partir del año siguiente y hasta 1574 realiza diversos viajes al Caribe, primero como Almirante y más tarde como Capitán General de las Flotas de Indias, para traer cargamentos de plata y perseguir piratas por las islas de Barlovento. Sigue a esta etapa una larga ausencia de América de veintiocho años. En este largo período realiza importantes misiones en España, Portugal, Flandes y en la mal llamada «Armada Invencible», sucesos que no entran dentro de ese estudio.

Finalmente, el Rey le nombra en 1602 Capitán General y Gobernador de la isla de Cuba. El 20 de junio de ese año Pedro de Valdés toma posesión de su nuevo cargo. La isla caribeña pasaba entonces por un mal momento. Los contrabandistas y piratas ingleses, franceses y holandeses andaban a sus anchas por las aguas caribeñas comerciando con el beneplácito de parte de las autoridades locales isleñas. Esta situación era alarmante en la parte oriental de la isla.

Para terminar con este caótico panorama, el gobernador Valdés actuó enérgicamente poniendo en cintura a los vecinos de la isla. Abrió procesos criminales contra los españoles que comerciaban clandestinamente con los extranjeros. En estos juicios se vieron envueltas muchas autoridades locales. En la villa de Bayamo, por ejemplo, el alcalde, regidores, funcionarios y hasta los eclesiásticos fueron hallados cómplices en este contrabando. La enérgica actuación del gobernador asturiano dio un duro golpe al comercio clandestino, lo que ocasionó graves pérdidas a los vecinos. Compadeciéndose después de los condenados, el asturiano implora clemencia al Rey y consigue que sean amnistiados.

La falta de una flota adecuada impide a Pedro de Valdés actuar con la contundencia debida contra los numerosos corsarios y piratas que infectaban las aguas cubanas. Para mantener la integridad de la isla, fortifica sus principales puertos, especialmente el de La Habana, donde termina la construcción del castillo del Morro.

En 1608 concluye su fructífero mandato y retorna a Gijón. Falleció en 1615, dejando como heredero universal a su hijo natural Fernando de Valdés.

(*) Historia de una emigración: asturianos hacia América, 1492-1599. Oviedo, 1992.

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Prehistórico y romano, revolucionario, urbano, minero, metalúrgico, vanguardista, marinero, cosmopolita y festivo, culto y hospitalario, y también rural. Así es el concejo de Gijón.

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«La cocina asturiana también es famosa por sus pescados y mariscos frescos. La costa cantábrica de Asturias ofrece una gran variedad de productos del mar, como el bonito, la merluza, la lubina y los mariscos, que se preparan de diversas formas. El pescado a la sidra es una preparación muy popular, en la que el pescado se cocina lentamente en una salsa de sidra con cebolla y especias, creando un plato jugoso y lleno de sabor.»

Resumen

Clasificación: Reseñas históricas

Clase: Defensa y seguridad

Tipo: Militares

Comunidad autónoma: Principado de Asturias

Provincia: Asturias

Municipio: Gijón

Parroquia: Xixón

Entidad: Gijón

Zona: Centro de Asturias

Situación: Costa de Asturias

Comarca: Comarca de Gijón

Dirección: Gijon

Código postal: 33201

Web del municipio: Gijón

E-mail: Oficina de turismo

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