La Escultura Pública en Gijón

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La escultura moderna

El arte escultórico ha experimentado en las últimas tres décadas profundos cambios. Fruto de ellos, ocupa ahora formas y parcelas antes reservadas a otras manifestaciones artísticas, utilizando además materiales que nada tienen que ver con los clásicos mármol, bronce o piedra.

Cada día es más frecuente encontrar en cualquier gran ciudad esculturas que en lugar de modelarse o cincelarse, se construyen, usando materiales relacionados con la arquitectura: perfiles de acero, hormigón, aluminio... Esculturas que desbordan la escala para ocupar espacios luminosos, como si de grandes edificios se tratara. Que propician espacios interiores sobre los que caminamos o bajo los cuales miramos al exterior o podemos cobijarnos, como ocurre con el Elogio del Horizonte, de Eduardo Chillida.

La historia de la escultura moderna es la de una gigantesca transformación que la fue apartando de su imagen de estatua. Tomemos como ejemplo el pedestal: ¿por qué elevar la escultura sobre él para seguir mirándola como una pintura?, se preguntaron algunos autores. Y, así, surgieron obras instaladas en el suelo, más accesibles a los ojos de quienes las contemplan, más fáciles de entender y de sentir.

Otros escultores comenzaron a trabajar con materiales propios del mundo de la industria y la construcción. La figura humana, tradicionalmente la principal referencia de los artistas, entra en crisis y deja de ser el objetivo central de los ojos y de las manos del escultor.

La sociedad del bienestar, a partir de los años setenta, supuso un intento por dignificar los tan deteriorados espacios urbanos, y creó una nueva relación entre lo que es arte y lo que es territorio. Las ciudades se llenan de esculturas a cielo abierto, de arte público, en muchas ocasiones no exento de polémicas y conflictos. La escultura se ha insertado en el urbanismo, ayudando a transformar los espacios, acercándolos a los ciudadanos.

La escultura en Gijón

En los últimos años del siglo XIX estaba de moda en España el monumento conmemorativo, grandes estatuas de prohombres homenajeados, en bronce, piedra o mármol, sobre altos pedestales. Personajes históricos representados con realismo y minuciosidad en los detalles. De aquella forma de entender la escultura en los espacios públicos quedaron en Gijón dos perfectos ejemplos: el Monumento a Pelayo, de José María López, en la plaza del Marqués, frente al Muelle; y el Monumento a Jovellanos, de Manuel Fuxá, en la plaza del Seis de Agosto.

Esta tendencia continuó en el arranque del siglo XX, incluyendo, sin embargo, una variante: el busto. El Monumento a Evaristo San Miguel, en la plazuela del mismo nombre, sirve para explicarla. En 1927, Gijón asiste a la inauguración de una escultura singular, el Monumento a Manuel Orueta, de Emiliano Barral, que es el primer intento de renovación de la escultura conmemorativa. Está ubicado en la actualidad en un hermoso y tranquilo rincón del parque de Isabel la Católica.

El parque de Isabel la Católica, creado en los años cincuenta, acogió un gran número de obras escultóricas, relacionadas en muchos casos con gijoneses ilustres. Los monumentos dedicados, por ejemplo, a los pintores Evaristo Valle y Nicanor Piñole, de Manuel Álvarez Laviada; o al emprendedor industrial Romualdo Alvargonzález Lanquine, de Gerardo Zaragoza, son buenos ejemplos de una época en la que dominaban las obras descriptivas y fácilmente reconocibles: esculturas más pedestal e inscripción. También está aquí el Monumento a Fleming, primero en el mundo dedicado al descubridor de la penicilina. Su viuda lo inauguró en 1955 y llevaba una doble firma artística: el ya referido escultor Manuel Álvarez Laviada y el arquitecto de la Universidad Laboral Luis Moya, autores también del Monumento a los Héroes del Simancas, en la fachada principal del colegio de la Inmaculada. Ésta es la única obra característica de la monumentalidad franquista que se conserva en Gijón. En el mismo parque, presidiendo uno de sus estanques, se encuentra el grupo escultórico Dríadas, reproducción de Manuel Álvarez Agudo sobre una obra del propio Álvarez Laviada. Diana Cazadora, del mismo autor, Desnudos, de Cruz Collado, y la Maternidad y el Monumento a Isabel la Católica, de Marino Amaya, completan la relación de estatuas ubicadas en el más arbolado espacio del núcleo urbano gijonés.

En 1970 Ramón Muriedas instala junto al mar, en la zona del Rinconín, su Monumento a la Madre del Emigrante, primera obra escultórica de lenguaje moderno instalada en un espacio público de la ciudad. La Madre del Emigrante contrasta con el clasicismo de la estatua de Octavio Augusto, instalada en el Campo Valdés junto a las termas romanas, a la que le siguen varios bustos-retratos dedicados a Dionisio Cifuentes, Calixto Rato, Severo Ochoa, Carlos Prieto y al periodista Arturo Arias, realizados todos ellos por el escultor Francisco González Macías.

Los primeros años de la transición no suponen grandes novedades artísticas y sí mucha continuidad en las formas. Dos ejemplos: los bustos dedicados al pintor Mariano Moré, de Jesús Moreta, y a José Ramón Zaragoza, obra del ya mencionado Gerardo Zaragoza. Están ubicados en el parque Inglés, en la margen derecha del río Piles.

Los primeros pasos hacia la renovación de la escultura pública se dieron en Gijón a mediados de los años ochenta. El Ayuntamiento democrático se preocupó por integrar obras de artistas comprometidos con los nuevos lenguajes plásticos en los espacios públicos que la ciudad, aceleradamente, iba creando o transformando. Ejemplos de estas nuevas creaciones son la zona de juegos del parque de Severo Ochoa, realizada por el Grupo G; el Homenaje a la Navegación, de Vicente Vázquez Canónico, y el Árbol de la Ciencia, de Juan Zaratiegui, «plantado» a la entrada de la Universidad Laboral.

La tendencia «modernizadora» se consolida a lo largo de la década de los noventa con un nuevo concepto de escultura, creada para un lugar específico, diseñada para dar una nueva imagen al espacio urbano y recuperando la escala monumental. Obras unidas a importantes operaciones de cirugía urbanística que se encargan a artistas significativos del panorama regional, nacional e internacional, y son realizadas en materiales tan diversos como el hormigón, el acero, el hierro, el aluminio o el vidrio.

Al Elogio del Horizonte, de Eduardo Chillida, en el Cerro de Santa Catalina, le siguieron el Monumento a la Paz Mundial, de Manuel Arenas, en el parque de El Lauredal; Escalada, de Pablo Maojo, frente al Palacio de los Deportes de La Guía; Génesis y Obelisco, de Joaquín Rubio Camín, en el paseo de Begoña; Nordeste, de Joaquín Vaquero Turcios, en la subida al Cerro; y la ordenación de espacios en la remodelada plaza del Humedal, con el Cubo luminoso en medio del arco, obra de Alejandro Mieres.

En La Providencia, sobre el nuevo parque del Cabo de San Lorenzo, se instalaron Paisaje Germinador, de Miguel Ángel Lombardía, y Homenaje a Galileo Galilei XV, de Amadeo Gabino; en el parque del Rinconín parecen surgir del césped los eslabones unidos de Solidaridad, obra de Pepe Noja; y en el Mayán de Tierra, sobre la zona del paseo marítimo conocida como «Casablanca», se alcanzan las Sombras de luz, de Fernando Alba.

Otras esculturas han visto la luz en el umbral de los dos siglos: Evocación, en homenaje al periodista Francisco Carantoña y realizada por Rubio Camín, en Begoña; Andarín, de Miquel Navarro, frente a la playa del Arbeyal; el Monumento a la República, de Acisclo Manzano y Xaime Quessada, en la avenida de Carlos Marx; En la Memoria-Na Memoria, de María Jesús Rodríguez, en la plaza de Europa; y la Torre de la Memoria, de Francisco Fresno, en el parque de Moreda. Obras que unen a otras contemporáneas, pero de tendencia figurativa más tradicional como son los monumentos dedicados a Claudio Alvargonzález, de Manuel Álvarez, «El Ponticu», en el Muelle local; al profesor José Miguel Caso, de Juan Martínez Rionda, en el Campo Valdés; a Salvador Allende, de Mónica Bunster, en el barrio de Roces; Sentimientos, de Manuel García Linares, en La Guía, familia en bronce con la vista puesta en Las Mestas; o Copulaciones, del artista asturiano Pedro Sanjurjo Pieycha, instalada en el parque de las Madres de la Plaza de Mayo, en el barrio de Laviada, a orillas de la calle de Carlos Marx y a pocos metros del Monumento a la República.

Fuente: Esculturas nuevas en espacios nuevos (Una década de escultura en nuestros espacios públicos, 1990-2000), edit. Ayuntamiento de Gijón a través de las Concejalías de Comunicación y Cultura, con textos de Eduardo García y Elsa Presa de la Vega.

Concejo de Gijón

Prehistórico y romano, revolucionario, urbano, minero, metalúrgico, vanguardista, marinero, cosmopolita, festivo y hospitalario. Así es el concejo de Gijón.

Los concejos (municipios) que limitan con el Concejo de Gijón son: Carreño, Corvera de Asturias, Llanera, Sariego, Siero y Villaviciosa. Cada uno de estos concejos (municipios) comparte fronteras geográficas con Gijón, lo que implica que comparten límites territoriales y pueden tener interacciones políticas, sociales y económicas entre ellos.

Comarca de Gijón

Prehistórico y romano, revolucionario, urbano, minero, metalúrgico, vanguardista, marinero, cosmopolita y festivo, culto y hospitalario, y también rural. Así es el concejo de Gijón.

La comarca está conformada por uno o varios concejos (municipios). En este caso: Gijón. Los concejos representan las divisiones administrativas dentro de la comarca y son responsables de la gestión de los asuntos locales en cada municipio.

Conocer Asturias

«Monumento Natural de la Costa de los Bufones: Ubicado en la costa occidental de Asturias, este monumento es conocido por sus bufones, que son formaciones geológicas que producen espectaculares chorros de agua y vapor cuando las olas del mar chocan contra ellos.»