Universidad Laboral de Gijón

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Universidad Laboral de Gijón | Bien de Interés Cultural | Patrimonio cultural | Patrimonio civil | Conjuntos etnográficos | La Pontica | Cabueñes | Gijón | Comarca de Gijón | Centro de Asturias | Costa de Asturias | Asturias | Principado de Asturias | España | Europa.

Descripción

Durante décadas, el imponente y emblemático edificio de la Universidad Laboral hubo de soportar críticas implacables desde distintos estamentos; se le tachaba de franquista, megalómano y anacrónico. Ha tenido que cumplir cincuenta años para que le llegara el definitivo reconocimiento de los medios oficiales a su valor patrimonial; el hasta hace poco alcalde de Gijón, Vicente Alvarez Areces, llega a considerarlo «el monumento arquitectónico más importante que se ha hecho durante este siglo en Asturias». En 1998 lo ponen de actualidad varios acontecimientos: en abril se recuerda su medio siglo de existencia; por mayo el Ayuntamiento de Gijón anuncia su rehabilitación con cargo a los fondos mineros, destinándose, al efecto, una partida de 5.000 millones; en el mes de septiembre, la Consejería de Cultura del Principado comienza los trámites para la declaración del conjunto arquitectónico como Bien de Interés Cultural. A todo ello se suma, en octubre, un congreso en torno a la figura de Luis Moya (1904-1990) - —arquitecto modelador de la Laboral—, organizado por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED); al término del mismo había coincidencia en dos ideas: el virtuosismo arquitectónico de Luis Moya al proyectarlo y lo inapropiado del calificativo de franquista para la edificación. El arquitecto gijonés José Díez Canteli, uno de los cuatro miembros del equipo director, rechazaba, en el pasado mes de enero, la filiación de la Laboral al Régimen: «Siempre se insistió en su carácter político, pero eso es falso. No es franquista, es la obra de Luis Moya... La construcción estuvo desprovista de gestos políticos: no hubo ni primera piedra ni inauguración y Franco se mantuvo al margen». De distinta opinión es el historiador A. Bonet Correa, para quien el conjunto es «un modelo reducido de ciudad totalitaria..., la titánica y tiránica emanación deificada del Estado absoluto, autosuficiente y encerrado en su propia autarquía».

Esta gigantesca obra, la más representativa del régimen franquista en Gijón, empezó a levantarse en la parroquia de Cabueñes (afueras de la ciudad) en 1948 y se inauguró en 1956.

Concebida en su conjunto como una ciudad ideal, independiente, cerrada y autosuficiente, muy en consonancia con el autarquismo de la época, asombra por sus colosales dimensiones —dos veces y media mayor que El Escorial—, «la riqueza de materiales y la reutilización de modelos arquitectónicos clásicos» (J. Zatón, J. Feito). El núcleo principal del edificio, compuesto por la iglesia —con capacidad para 1.000 personas—, el rectorado y el teatro —para 1.500 espectadores—, se dispone en torno a una gran plaza mayor, parcialmente porticada, en tanto que la organización de las aulas, las habitaciones de los alumnos y las de las monjas clarisas —responsables de los servicios domésticos— responde a un sistema claustral. En el contorno se ubican los talleres, la zona de recreo —provista de jardines, estanque, piscina y pistas de deporte— y la granja-escuela.

La antigua Universidad Laboral tiene el acceso por la torre-puerta de su frente oriental —de espaldas a Gijón—, donde llama la atención un escudo con águila, yugo y flechas soportado por dos ángeles. Tras sobrepasarla, se llega a un rectangular patio circundado por columnas graníticas, a través del cual se ingresa en un desmesurado y claro patio, de 150 m de largo y 50 de ancho (un tamaño muy parecido a la veneciana Plaza de San Marcos).

La torre, con sus 120 m de altura, y la iglesia son evidentes muestras del grandonismo que caracteriza al conjunto arquitectónico. El templo, su realización más impactante, posee un cuerpo central izado sobre escalinatas circulares y otro más bajo y ancho sostenido por columnas. Su altar mayor está rodeado por cuatro columnas de granito rosa, de 40 toneladas de peso y de una sola pieza cada una de ellas. Exteriormente, sobresalen sus siete hornacinas, una de las cuales acoge la entrada; la cónica cubierta, y el linternón de piedra, de 270 toneladas de peso y 17 m de altura. Su cúpula, que descansa sobre veinte pares de nervaduras de ladrillo (del que se emplearon 450.000 unidades), pasa por ser la mayor del mundo en planta elíptica.

Frente a la fachada sur de la antigua Laboral se construyó un impresionante jardín árabe.

La historia de este edificio se remonta a 1945 cuando se decide la creación de un Orfelinato Minero para hijos de fallecidos en accidentes laborales, al que se le da el nombre de Fundación José Antonio Girón, por entonces ministro de Trabajo, quien lo declara como «Obra de urgente ejecución», con las siguientes características: residencia para 1.000 alumnos, talleres industriales, instalaciones deportivas, granja-escuela para atender las necesidades de los alumnos y el aprendizaje de las labores agrícolas, así como suficiente extensión de terreno para los cultivos. También habría alumnos externos.

El diseño fue confiado a un equipo de arquitectos coordinado por Luis Moya Blanco, en el que figuraron su hermano Ramiro Moya, Pedro Rodríguez A. de la Puente y el gijonés José Díez Canteli.

Los jardines son trazados por Javier de Winthuyssen, por entonces Inspector Nacional de Parques y Jardines Artísticos. Las esculturas son obra de Manuel Álvarez Laviada y Florentino Trapero, y los mosaicos se confían a Santiago Padrós, quien recurre al dibujo previo de los mismos sobre cartones realizado por el pintor sevillano Joaquín Valverde.

En el transcurso de las obras el Ministerio de Trabajo decide crear Universidades Laborales para la formación profesional de los jóvenes, de ahí que el Orfelinato Minero acabe transformándose en la Universidad Laboral de Gijón.

La enseñanza y dirección del centro se encomendó a los jesuitas; las monjas clarisas, que llegaron de Zamora y hoy continúan como monjas de clausura, se ocuparon de los servicios de cocina, lavandería, etc.

En 1978 se sustituye a los jesuitas y se entrega la dirección a personal docente de las Universidades Laborales. Éstas acaban siendo sustituidas por la fugaz figura de los Institutos Nacionales de Enseñanzas Integradas, que, tras pasar a titularidad del Ministerio de Educación y Ciencia en 1981, acaban por denominarse Centros de Enseñanzas Integradas, nombre que aún se mantiene, aunque entre los asturianos el centro gijonés sigue siendo la Universidad Laboral o la Laboral.

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EL CENTRO DE ENSEÑANZAS INTEGRADAS, DE GIJON

PEDRO RODRÍGUEZ Y A. DE LA PUENTE

Arquitecto del equipo de Luis Moya

Madrid, diciembre de 1981

Con los ojos de ayer

Precisamente cuando la 2ª Revolución Tecnológica o del ordenador se va a iniciar en el mundo, nuestra ya muy extensa vida de trabajo, siempre profundo y reflexivo, sí que de alto coeficiente de dispersión, se encontró, por azar, en una transcedente encrucijada.

Se trataba de crear un excepcional centro de formación humana, profesional y social para poder encauzar a cierta parcela de nuestra más humilde juventud hacia buen fin. La idea, muy en embrión, se nos transmite, como miembro arquitecto que éramos de una entidad constructora y en la que se nos seleccionó para llevar a efecto tan loable objetivo. Muy a la española, lo primero que hacemos es lanzarnos a actuar. Luego meditamos: lo que se nos pide ha de ser excepcionalmente importante. ¿Hay garantía de éxito con nuestra humilde designación? Más bien, no. Nuestra incipiente vida profesional, con mucha y profunda vocación, eso sí, podría dar el fruto apetecido, mas no hay garantía de ello.

Entre tanto, la entidad que había de hacer realidad las ideas previstas abandona la labor. Con alto sentido de la responsabilidad profesional, pensamos después de la duda anterior que, si recayó sobre nosotros la designación, en mérito a ser miembro de tal organismo, debemos dimitir. Así lo hacemos, mas al hacerlo se nos pide consejo para proseguir con éxito la idea. Indicamos una terna de profesionales ya consagrados. Encabeza tal terna quien fuera nuestro catedrático: D. Luis Moya Blanco. Se acepta nuestra sugerencia, mas teniendo en cuenta la plena satisfacción con que ya se ha actuado por nuestra parte, se resuelve que, en cualquier caso, no se nos admite la dimisión, sino que por el contrario habremos de llevar la labor adelante, en colaboración con el que se designe, que lo fue D. Luis Moya. Así queda aceptado por nosotros, y rápidamente entramos en contacto los dos designados. Dado el extraordinario volumen de la labor a desarrollar, D. Luis Moya Blanco propone, y se acepta, la colaboración de otros dos compañeros para colaborar: D. Ramiro Moya Blanco y D. Enrique Huidobro Pardo. Este último abandona en el inicio de los trabajos, quedando la labor en manos de los otros tres.

Así se empieza en el año 1946 a trabajar intensivamente en la labor de proyecto, si bien con anterioridad se había realizado ya por nuestra parte y en colaboración con el ingeniero agrónomo D. Gabino Figar el Proyecto de Granja Agronómica (1ª parte), que luego se hizo realidad. Tal granja, según los fines previstos por la superioridad, había de tener como fin ayudar económicamente al mantenimiento futuro de la institución a crear. La idea, muy loable por cierto, iba encaminada a conseguir que los presuntos educandos pudiesen aportar su esfuerzo al propio mantenimiento. La explotación racional de los productos de la región valdría para su manutención. El exceso de la misma permitiría adquirir el resto.

Se inició la labor del Proyecto de la edificación principal (que a su terminación se llamó Universidad Laboral), con la colaboración de los tres arquitectos. El tono y directrices generales a seguir fue marcado por D. Luis Moya y seguido con devoción por los tres. Así, se adoptó el sistema modular, con 2,40 metros de módulo, que estructuró todo el conjunto. Así, también, se concibió la idea de resolver los temas de cubiertas y aun de forjados de piso, a base de bóvedas tabicadas; los muros resistentes, en piedra natural, con sillarejo a la española en paramentos exteriores; las composiciones arquitectónicas en fachadas, en base a normas griegas, etc., etc.

El arduo y penoso trabajo se organizó, tanto para para el proyecto como para la dirección de la obra y aun de las contratas, de forma bastante desdoblada: las líneas generales de la composición y las partes más destacadas arquitectónicamente de la misma fueron asumidas por D. Luis Moya; nuestra parte estuvo en lo más estrictamente funcional y prosaico, y la de D. Ramiro Moya compartió ambos aspectos.

Al comienzo de las obras y dado que los tres arquitectos citados residíamos en Madrid, se advirtió la conveniencia de la designación de un arquitecto local para compartir la dirección del todo, a pie de obra. Fue designado, a tal efecto, D. José Marcelino Díez Canteli, quien participó así en la totalidad de la obra ejecutada, ocupándose además y específicamente de las cuestiones puramente económicas.

La precisión que se hizo de población a alojar y formar fue de 1.000 alumnos internos, a base de 400 estudiantes y 600 aprendices. Al mismo tiempo se consideró un número variable y proporcionado de alumnos externos.

La labor de Proyecto se realizó a base de proyectos parciales, sucesivos, llegándose al número de 16 de éstos (aunque alguno no se llevó a efecto). Los diversos proyectos parciales se fueron sacando a concurso público, con apertura de pliegos ante notario, adjudicándose de manera inmediata y sucesiva. Cada uno de los arquitectos proyectistas se ocupó de la dirección de obra correspondiente a cada proyecto parcial, colaborando en la de todos ellos el arquitecto a pie de obra. Como dato curioso y anecdótico y a pesar de la existencia del arquitecto residente, el número de kilómetros recorridos para la asistencia a las obras de cada uno de los tres arquitectos de Madrid fue sensiblemente equivalente a tres vueltas al mundo, pasando por el ecuador.

La redacción de los proyectos se hizo a la manera tradicional hasta entonces, con definición general y algunos planos de detalle. En la marcha de las obras y según cronológica necesidad, exhaustiva aportación de planos, con definición rigurosa de todos los elementos de las obras (arquitectónicos, estructurales, instalaciones, etc.). Esta última aportación, bastante superior a lo tradicional y complicado con el hecho de adoptar, en general, soluciones constructivas al margen de lo común. No hubo ninguna pereza para complicarse el trabajo, en aras de los óptimos resultados arquitectóncios y constructivos. Se huyó, por todos los caminos de la frivolidad, ligereza y vanalidades decorativas (escayolas, ornatos insustanciales, carpinterías de serie, etc.).

Se entraba en los problemas, con profundidad severa y siempre pendientes del futuro mantenimiento. Dada la extraordinaria dimensión de la creación arquitectónica, se rehuyó toda solución que comportase un mantenimiento delicado y problemático. Se adoptó lo muy experimentado y sencillo, en materia de instalaciones.

La pizarra, adaptada para el todo como material de cubiertas, se fijó a una capa de mortero pobre de cemento, con grapas cadmiadas (el galvanizado usual, en aquel clima, podía dar problemas y los dio, precisamente por entonces, en el Parador de Valgrande —Pajares—, donde hubo de reponerse toda la cubierta por mala fijación).

La recogida de aguas pluviales, en general, se hizo sólo a nivel de suelo, con vertido libre desde cornisas de piedra, por goterones, y sin limas, canalones, ni bajantes de ningún tipo.

En las carpinterías, en general, de ventanas, las clásicas humedades bajo la peana del cerco, que afectan el interior tan corrientemente, se eliminaron a base de un sencillo goterón de madera, sobre las peanas de piedra.

Las humedades que, por capilaridad, suelen aparecer en las zonas bajas de los muros se evitaron intercalando en el arranque de los mismos una capa de 7 cm de mortero hidrófugo.

El aislamiento térmico y de humedades en suelos habitables de planta baja se consiguió mediante bóvedas de 2 hojas de rasilla, enjutadas con mortero pobre y apoyos de pie de ladrillo cada 2,40 m, formando cámara de aire.

Los paramentos, en general, de las zonas principales de tráfico de alumnos se revistieron con teselas de material vítreo y con alicatado de cerámica decorada a mano. En las zonas de estar y comedor, también se emplearon estos materiales, embebiendo en comedores, mosaicos decorativos, en el revestimiento vítreo.

En la zona de servicios de la Residencia de alumnos, se organizó: la preparación de alimentos, a base de bancadas de fábrica con tapa de mármol y peanas de ladrillo revestidas de material vítreo; la zona de hogares y marmitas de vapor se alojó bajo un chapitel abovedado, que remata en torreón con las salidas de humos, de cocinas y calderas. Se dio, así, una solución discreta a las necesarias chimeneas, que darían bajo la torre principal.

Los servicios higiénicos de la zona de Residencia de alumnos se resolvieron a la americana, a base de mamparas de mármol, con sujeción y apoyos de piezas especiales de fundición cromada (que hubieron de proyectarse, al no existir en el mercado). Se evitaron, así, los focos de suciedad.

La vidriería, en general, del conjunto se realizó a base de luna «securizada», por imposición de la propiedad que, en principio, pareció exagerada y luego se comprobó acertada. [Según nos dicen, en tanto tiempo transcurrido sólo se ha roto una «luneta» (?), mientras visitando el Centro de Córdoba, oímos las quejas sobre el disparatado gasto anual por roturas.]

Para las instalaciones de calefacción, realizamos un profundo estudio sobre rendimientos de combustibles. Se infirió de él que, a pesar de ser entonces equivalente el precio del combustible sólido (carbón) y líquido (fuel-oil), resultaba una gran ventaja económica y de mantenimiento en favor del líquido. Con carbón, se consume lo mismo siempre, al margen de la temperatura exterior. Con el líquido, de acuerdo con la temperatura ambiente. Con el primero, las calorías que sobran han de evacuarse por las ventanas; con el segundo, sólo llegan las necesarias. Ello unido al automatismo de funcionamiento, que evita mano de obra, nos llevó a instalar el combustible líquido (fuel-oil).

Hubo otras disquisiciones curiosas. Tal, la creación de la zona deportiva, con la programación conveniente. En nuestro país, el deporte madre indiscutible es el fútbol. Grave problema. Estudiada a fondo la cuestión, resulta ser un deporte insano, por asimétrico, según el plano horizontal (el tenis, también, según el vertical). Si se une ese hecho a la aberración, que todavía sigue en el país a costa del espectáculo en que se practica, nos llevó a eliminarlo en nuestros planes. Mas luego, recapacitando, se llegó a encauzarlo hábilmente. Valdría más que se practique en toda regla que a hurtadillas.

Los deportes sanos (balonvolea, baloncesto, balomnano a 7 y a 11, natación, etc.) se potenciaron debidamente en el programa. La pelota, con sus variantes, por su rancia solera hispana, se incluyó.

Con cuanto antecede hemos pretendido emitir unos reflejos de lo vivido y meditado en el principio, con su parte anecdótica.

Con los ojos de hoy

Vamos, ahora, a tratar de mirar hacia nuestra obra con los ojos de hoy.

Coincide el origen de los trabajos con la aparición del ordenador electrónico en Norteamérica. Es un hecho de la máxima trascendencia humana, que en principio sorprende a Europa, aunque ésta no le conceda por entonces la importancia que habría de tener para la vida toda de la humanidad. El hecho es tan trascendente que hoy se juzga que, a partir de él y debido a él, la humanidad ha progresado más que en toda su larga vida. El progreso en los últimos 30 años es superior al logrado en tantos milenios anteriores.

La creación de tal máquina electrónica produce instantáneamente una convulsión inaudita. El progreso todo lo desborda, rompiendo vertiginosamente toda inercia de la vida anterior. Se consiguió, de alguna manera, aplicar la «máquina», surgida 100 años antes (Primera Revolución Industrial) al pensamiento humano. Se abrieron los caminos a la máquina pensante.

Nace así la llamada 2ª Revolución Industrial o tecnológica, en la cual nos hallamos inmersos. La vida toda de la sociedad cambió, cambia y cambiará. La marcha es vertiginosa, los logros sucesivos, sorprendentes. Mas ¿hacia dónde vamos? Nadie lo sabe.

Los frutos conseguidos, día a día, son tan ubérrimos que el hombre se limita a recogerlos sobre la marcha y digerirlos rápidamente. Traen el bienestar corporal, mas no el espiritual. Tanta velocidad impide reconocer el camino. El espíritu vive preocupado.

Y mientras, cada cual ha de ir resolviendo su vida y previniendo, en lo posible, su futuro. Labor difícil y muy aleatoria. La sociedad toda está convulsa, alterada, desorientada, ante tanta sorprendente maravilla. Se está más dispuesto al aprovechamiento propio de los frutos logrados que a pensar en las consecuencias de los mismos. Todos, a ver la televisión y a ser posible en color; cada cual, a aportar toda clase de automatismos a su labor; cada cual, a comunicarse con los demás, por radiofrecuencia y si es preciso por vía satélite; algunos, a escudriñar con aeronaves, a millones de kilómetros de la Tierra; otros, a buscar la ayuda de los rayos láser para sus específicas labores, y, en fin, algún privilegiado... a dar un paseo por la Luna. ¡Sorprendente!

Damos así una idea sobre el panorama que sirve de fondo a nuestra visión de hoy de la labor de ayer en Gijón.

El ojo de este observador, ¿cómo no?, también está alterado. Mira desde la función docente, que al final de su activa vida de trabajo le trajo la felicidad a través de la convivencia educativa con nuestra maravillosa juventud actual. Impartimos, ahora, la apertura hacia la formación matemática en un Instituto Femenino de Bachillerato de la capital. Precisamente de la materia filosófica, que trajo tan inconmensurable progreso.

El hecho actual es que la sociedad anterior, la que había a la hora de concebir nuestra obra, ya no vale. Ha de cambiar para atemperarse. La formación de la juventud hoy ha de ser muy distinta a la concebible entonces. Es una realidad que nos cuesta, en nuestro añejo país, asimilar. Hay que enfocar los caminos a seguir por cada cual, por encima de todo, en el terreno de la eficacia del servicio a la sociedad, pero absolutamente desprovistos de prejuicios anacrónicos, que ya no deben existir. Esto al país le cuesta tanto que por ahora la frustración es palpable. Todos hacia el pomposo título académico y, a ser posible, que éste sea el superior. Grave desprecio del trabajo manual: la llamada Formación Profesional, como recurso de fracasados. Disparate total, que ahora mismo el M.E.C. trata de eliminar. Mas ¿cómo? Dignificando como se merece el trabajo total, sea instelectual, sea corporal.

Los valores humanos son tantos que sólo una mínima parte de ellos se pone en rendimiento. La mayoría muere con la persona, en estado potencial. Lo razonable ha de ser, sin discriminación alguna, analizar el caudal de valores de cada individuo y poner en rendimiento la parcela de los mismos que mejor pueda producir un resultado óptimo profesional y ello enfocado objetivamente a llenar los huecos que la sociedad pueda demandar. Lo demás es gravemente erróneo en una sociedad presidida por la eficacia.

Trabajo cerebral y trabajo corporal no son conjuntos disjuntos, sino complementarios. Ambos merecen el máximo respeto. Así ha de ser y así es, en efecto, en los países a la cabeza del desarrollo (USA, Suiza, Japón, etc.). En España no se acaba de entender así. Esperemos que muy pronto la feliz iniciativa del MEC pueda resolverlo.

En Estados Unidos se aplica el ordenador para componer con las cualidades que comporta cada individuo un perfecto profesional para cada uno de las miles de profesiones que allí existen.

En Suiza, sin ninguna clase de prejuicios sociales, cada educndo es encajado hacia la profesión que mejor le va. Si ha de acabar de ingeniero superior en Zurich, previamente realizará cuatro cursos de aprendizaje y práctica de oficios manuales. Si ha de acabar en albañil, se le dará una sólida base cultural adecuada a su función, con clases teóricas debidamente programadas y clases prácticas proporcionadas. (Al darnos cuenta en una importante conferencia dada por un «Orientador Profesional» de aquel país, en el Colejo Suizo de Madrid, cierto padre español observó: «Veo yo que es más difícil ser albañil en Suiza que ingeniero de Caminos en España». Curioso.)

En Alemania todas las enseñanzas de todas las profesiones llevan tal complemento de trabajos manuales que da lugar, al final, al hecho de que cuando dos profesionales se casan lo corriente sea que entre ambos se decoren y amueblen su alojamiento. (Cierto español inteligente, precisamente de la familia leonesa-gijonesa, al acabar brillantemente su carrera de Ingeniero Superior, inició por propia iniciativa su vida profesional con los más variados oficios, como obrero en industrias de Alemania. A su vuelta, una empresa japonesa, para su nueva factoría en España, solicitaba, por un anuncio en un diario, ingeniero español con curriculum vitae adecuado. Rápidamente, nuestro hombre acudió a la llamada y tuvo éxito contundente; con sueldo mensual superior a las 400.000 pesetas, fue designado director de la factoría.)

En Japón el trabajo corporal está casi eliminado. Las factorías trabajan a base de automátas, que han de ser creados a base de culturizar extraordinariamente a los que deberían ser operarios. No existe paro y las huelgas consisten en trabajar en exceso, alterando lo previsto por la dirección de empresa. Culminación del progreso actual, con el resentimiento competitivo del mercado mundial.

Y siendo así los tiempos que vivimos, resulta reconfortante mirar nuestro Censo de Enseñanzas Integradas y descubrir que, para el mundo de hoy, resulta tan atemperado que hasta el tan pomposo, como inadecuado, título que se le dio a su final, Universidad Laboral, respondía, aunque por exceso, al deseo de dignificar la llamada Formación Profesional. Así mismo, las miras de entonces de que arquitectónica y funcionalmente fuera algo extraordinario con soluciones y ambientes fuera de lo común, ¿no respondería a lo mismo?

Lo cierto es que hoy día resulta muy acorde con la época. La conveniente orientación entre lo teórico o cerebral y lo práctico o manual está aquí y debidamente adobado. Inclusive, tanta simplicidad y ligereza como suele llevar la arquitectura hasta ahora vigente resulta aquí superado, algo de acuerdo con la reacción, que ya se apunta, de contenido histórico-espiritual.

Desde el punto de vista de la eficacia en su función, también resulta grato observar que lo que se llama en lenguaje industrial el «producto terminado» es aquí óptimo. Las personas aquí formadas están tan solicitdas que para ellas no hay problema de paro. Sin salir de la región siquiera, todas, prácticamente todas, laboran felices, en bien de todo nuestro gran país.

Apuntemos, finalmente, otro síntoma reconfortante: En la creciente visita del ministro de Educación de la URSS al Centro, mostró asombro y admiración, a la par que hacía ver que éste era el camino, al margen de lo que se viene haciendo por el mundo de hoy.

Meditación final

Analizado el inaudito progreso actual, fácilmente se colige que afecta especialmente a lo puramente material, mas no así a lo espiritual. Cualquier profesión, hoy, ejercida con eficacia, se ve compensada ampliamente, en lo material (todos con coche, televisión, vacación, electrodomésticos, etc.). Mas la verdadera felicidad anda por otros caminos, más bien espirituales. Es el caso de una boyante empresa de ahora que organiza un viaje de recreo a Florencia, o Siena, por ejemplo. Todos llegan triunfantes allí, mas sus aires triunfales poco a poco decaen ante tanta maravilla espiritual. El inverosímil cúmulo de creaciones humanas espirituales (religiosas, artísticas, etc.) les deja absortos y bastante deprimidos. La vuelta es más bien depresiva.

Pues bien, traducido este aspecto al ejercicio profesional del arquitecto, la cuestión es clara. La arquitectura que hoy ha de practicarse perdió con el progreso actual la mayoría de sus indiscutibles encantos espirituales. La clave de hoy está en encajar a través de los proyectos toda clase de dispositivos logrados con el progreso. Labor penosamente aburrida y difícil. ¡Son tantos! El objetivo final indiscutible: producir beneficios (?). (Recientemente, un compañero arquitecto de Madrid trazaba las ideas primeras de un complejo e importante conjunto de bloques de viviendas para una empresa francesa de prefabricación. Al mostrar dos variantes posibles al directivo de tal empresa, opinó: «Esta solución me parece más bonita». «Bien —respondió el empresario—, y la estética ¿cuánto me renta a mí?». Es lo de hoy.)

Vistas así las cosas y así son. ¿Qué duda cabe que los arquitectos que hace unos treinta años tuvimos la suerte de poder hacer nuestra arquitectura en Gijón fuimos por encima de todo felices con ello?

Trabajo excesivo, superlativo. Del estudio, al tren; del tren, a la obra, y vuelta rápida al estudio. Planos y planos y miles de planos. Felicidad de crear en libertad total, un algo nuevo, útil a la sociedad, pero todo ello regido por el agrado espiritual.

Y ¿qué decir de la atmósfera vivida en las obras, rodeados de tantos y tantos maravillosos artesanos, que ya no hay apenas, llámense albañiles, canteros, cerrajeros, carpinteros, etc.?

Queremos, en esta ocasión, rendir tributo de admiración y cariño al recuerdo de todo aquel plantel de personas, de todas las condiciones sociales, que tanto y tanto y con tanta satisfacción y esmero hicieron para que todas nuestras buenas intenciones fueran una realidad, que hoy tonifica nuestra ya 3ª edad.

Y un último triste recuerdo a aquel modesto trabajador que en un trágico día halló la muerte, bajo una pesada dovela pétrea, de nuestro porche de recreo cubierto, en las clases de estudiantes. Desgraciada maniobra de desapuntalamiento, análoga a otra que causó muchas víctimas al realizar las obras del Canal de Isabel II, en Madrid. Los empujes transmitidos por una sucesión de arcos se absorben en los extremos, al final. En ambos casos, se pensó que ya estaban absorbidos, erróneamente. La impresión de aquel triste entierro sigue en nosotros. Descanse en paz.

Nota: Para más información véase Orfelinato Minero de Gijón.

Concejo de Gijón

Prehistórico y romano, revolucionario, urbano, minero, metalúrgico, vanguardista, marinero, cosmopolita, festivo y hospitalario. Así es el concejo de Gijón.

Los concejos (municipios) que limitan con el Concejo de Gijón son: Carreño, Corvera de Asturias, Llanera, Sariego, Siero y Villaviciosa. Cada uno de estos concejos (municipios) comparte fronteras geográficas con Gijón, lo que implica que comparten límites territoriales y pueden tener interacciones políticas, sociales y económicas entre ellos.

Comarca de Gijón

Prehistórico y romano, revolucionario, urbano, minero, metalúrgico, vanguardista, marinero, cosmopolita y festivo, culto y hospitalario, y también rural. Así es el concejo de Gijón.

La comarca está conformada por uno o varios concejos (municipios). En este caso: Gijón. Los concejos representan las divisiones administrativas dentro de la comarca y son responsables de la gestión de los asuntos locales en cada municipio.

Conocer Asturias

«Además de su patrimonio tangible, Asturias es famosa por sus fiestas y celebraciones tradicionales. La Semana Santa en Oviedo y Gijón, la fiesta de la Ascensión en Tineo, la Fiesta de la Sidra en Nava y el Descenso Internacional del Sella en Arriondas son solo algunos ejemplos de las festividades que muestran la alegría y vitalidad de la cultura asturiana.»

Resumen

Clasificación: Patrimonio cultural

Clase: Patrimonio civil

Tipo: Conjuntos etnográficos

Comunidad autónoma: Principado de Asturias

Provincia: Asturias

Municipio: Gijón

Parroquia: Cabueñes

Entidad: La Pontica

Zona: Centro de Asturias

Situación: Costa de Asturias

Comarca: Comarca de Gijón

Dirección: Pontica

Código postal: 33394

Web del municipio: Gijón

E-mail: Oficina de turismo

E-mail: Ayuntamiento de Gijón

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